Hace ocho años se murió mi hermano y fue algo inesperado, rasposo, amargo y lacerante. Porque la muerte duele y nos mueve el falso piso en el que a diario nos sentimos seguros. Porque el olvido es lento y el recuerdo y el amor que le teníamos sigue habitando nuestro cuerpo y nuestra vida y de repente sacudirse a alguien cuesta más trabajo que escalar la montaña más alta o imaginar que la vida sigue.
Hace ocho años la vida era el infierno, los días grises, largos, eternos. Cada paso era de hierro, pesado, cansado, titánico. Seguíamos despertando porque había que hacerlo, no teníamos opción. A nosotros nos tocó vivir, nos quedamos sin querer, pero nos quedamos.
Un día de repente salió el sol y nos sentimos más cálidos, gozamos del aire y del cielo azul. El gris de nuestra vida no se había ido, pero entre las lunas grises se asomaba un destello de vida, de otra cosa que no era la muerte el duelo y el corazón adolorido.
Arrancamos junto con las hojas del calendario, nuestro amor hacía el que partió primero, entre llantos, berridos y mocos, encontrábamos la certeza de tenernos, el aplomo para seguir y la dicha de estar juntos. Los días no pasaban rápido, la vida se hacía lenta, pausada, a cuenta gotas.
En el silencio de los abrazos, de los gritos de furia y pena compartimos el hueco, la ausencia que había que llenar y el recuerdo que quedaría tatuado.
Pasó el primer año, 365 días sin él pero con él, porque no dejamos de mencionarlo, lo hicimos un santo, el mejor cómico un filántropo por naturaleza, genio, atleta y casi artista. Así se deforman los recuerdos.
La muerte de alguien querido casi siempre duele en oleadas, primero nos adormece, luego no petrifica por instantes y sacude nuestras entrañas. El resto del tiempo lo pasamos recomponiendo nuestro ser, cuidando lo que nos queda y esperando que el dolor deje de doler.
En ocho años la vida ha cambiado mucho, sé que ahora mi hermano disfrutaría lo nuevo que hay en nuestras vidas, se quejaría del tráfico, de los políticos y de nuestras exageraciones. Comería carne a destajo, escucharía música, jugaría futbol y soltaría efervescentes carcajadas en momentos inoportunos. El resto de su vida no me atrevo a inventarla, porque se fue joven y para nosotros siempre tendrá veinte años.
En ocho años nuestra vida ha cambiado mucho. A los días de la mirada perdida le siguió una agresión desmedida, los reclamos, la furia y lo irremediable de la muerte. La tentación de dejarse ir era la única certeza. Hay muertos vivos que ni siquiera se dan cuenta del estado en el que deambulan.
Después del principio decidimos vivir, seguimos queriéndonos y reanudamos la carrera, la fuerza del cuerpo irrigó de nuevo el sentimiento. Reír otra vez tenía sentido y cantar era una alternativa. Nuevos amores atravesaron nuestras defensas y anidaron en la familia. Abrimos puertas para pensar, crear y entender. Recibimos las estaciones y las despedimos, mi hermano se convirtió en un árbol, la estrella más brillante y un evento afortunado en la rutina del día a día. Nos vaciamos de él para seguir viviendo y recordarlo como era.
Después de la muerte hay calma, silencio y la oportunidad de volver a empezar. Después de ocho años sé que no sería lo que soy sin la experiencia vivida, el recuerdo y el amor que compartimos me hacen ser y seguir haciéndome.
El diez de septiembre de 2003 se murió mi hermano menor; leer, escribir y seguir amando fueron mis asideros para no perderme, hoy les comparto este pequeño texto personal nos leemos, cj.
3 comentarios:
Hace exactamente 3 días (septiembre 11) soñé con Paqui. Estabamos todos juntos y el sentado en un sillón con un saco de cuadritos grises con rosa (go figure). Tenía su pelo peinado como lo usaba normalmente, relamido hacia atrás y con chinos. Tuvimos una corta plática acerca de si compraría el ipad 1 o el 2 pero nunca supe por cuál se decidió. Tenía una gran sonrisa. Lo chistoso es que estaba él con nosotros aunque sabíamos bien que se encontraba en el cielo. ¿No es eso raro? Después me acompañó afuera y, juguetonamente como solía ser él, se me encimaba y me daba un abrazo. Se veía MUY CONTENTO...y lindo como siempre. Las quiero mucho.
Gracias por compartirnos tu sueño, su recuerdo hace que él siga vivo entre nosotros! Lo extrañamos todos pero la vida sigue. Un abrazo con todo mi amor.
Me tome la libertad de leer; que te puedo decir.... se que no mucho, hace bastante tiempo que no nos vemos. Pero si te quiero compartir que me acuerdo bastante de PAQUI (WILLIAM al final) mi ahijado.
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