Al fondo de mi consciencia, del espacio en el que me muevo dentro de lo conocido y cómodo existe un pasaje secreto en el que también soy yo a pesar de no entenderme.
En este túnel escenifico mis miedos y angustias exacerbo cada milímetro de la vida que vivo y construyo un futuro extraño. Hay días que escribo aquí escondida, disfrutando en la memoria el olor de las plantas y lo que recuerdo del sonido de una cascada.
Aquí no hay nada, no hay vida ni objetos, no hay cuerpos. Solo existe el pasado y el instinto. Aquí se fraguan los deseos que van labrando nuestra vida. Aquí nos consume lo que no nos atrevemos a ser. Es el depósito de lo que transparentamos para poder ser amados…
Es increíblemente complejo nuestro psiquismo, funcionamos en varios frentes al mismo tiempo y nunca por completo dueños de nuestra consciencia. A pesar de que han pasado muchos años desde que Freud teorizó sobre el inconsciente seguimos sin interesarnos en él.
Siri Hustvedt una sensible e inteligente escritora norteamericana, viaja a través de la historia de la teoría psicoanalítica y los más recientes estudios de neurología y psiquiatría en busca de una causa que le ayude a entender unos temblores fortísimos que le sobrevienen en diversas ocasiones.
Su ensayo La mujer temblorosa o la historia de mis nervios (The Shaking Woman or a History of My Nerves) publicado en español por Anagrama en 2010, es una delicia para el lector interesado en temas relacionados con la psique y las enfermedades mentales.
La autora nos cuenta cada detalle del camino que recorre a partir de los temblores que la aquejan por primera vez mientras hablaba en un homenaje que le hacían a su padre recién fallecido. Su estilo es dulce y firme, a pesar de que narra una experiencia personal, no compromete su prosa ni es condescendiente con el lector.
Es un texto completo, profundo y necesario. Nos ayuda a conocer un poco más del caos en el que se gestan las enfermedades mentales y la forma poco ética e injustificada con la que se asignan padecimientos mentales y se prescriben fármacos para los mismos.
Una probadita para los interesados:
La lectura de aquellas líneas me sorprendió. Me preguntaba si no me habría sucedido lo mismo. ¿No debería haber llorado más por alguien a quien yo había amado tanto? Muchos meses después de su muerte yo continuaba soñando que mi padre seguía vivo. Estaba equivocada, mi padre no había muerto…
…tomé la pastilla y leí en público sin temblar pero sintiendo unas vibraciones dentro del cuerpo durante todo el acto, un hormigueo eléctrico que me recorría brazos y piernas. Era como temblar sin temblar. Mientras leía me regañaba para mis adentros, repitiéndome: “Asúmelo. Tú eres así. ¡Asúmelo!” Por supuesto que el hecho de que me dirigiera a mí misma en segunda persona ya indica la escisión que había tenido lugar en mí: una desazonadora sensación de que había dos Siris en lugar de una. Pero a esas alturas yo estaba agotada de viajar de ciudad en ciudad, de dar entrevistas y charlas todos los días, de la incesante ansiedad que me provocaban los temblores y de exhibir públicamente aspectos muy profundos de mi vida íntima a través de la lectura de un libro que había nacido de la muerte de mi padre. Una solución farmacológica podía inhibir el problema exterior, pero no resolvía el problema. No me aclaraba que me había sucedido.
Nos leemos, cj
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