Leo porque no soy buena para cantar, bailar o pintar cuadros. Leo para provocarme. Las palabras me parecen dóciles a pesar de su rebeldía y constante choque con lo que me invento que soy. Me encuentro y pierdo en la lectura y me he formado en los libros más que en cualquier institución.
Mis padres son buenos lectores pero no se aferraron conscientemente a transmitirnos el gusto por la lectura, yo leía los libros que me regalaban o encontraba desparramados en las esquinas del departamento en el que vivíamos. Habitábamos una ciudad monstruo la imposibilidad de salir a jugar a la calle me hizo encontrar en los libros los juegos a los que no tenía acceso. Crecí leyendo cuentos e historietas.
Me hice una lectora voraz, cuando nos mudamos a una ciudad más pequeña. En donde a pesar de tener jardín y juegos de calle me sentía extraviada. La soledad del cambio me hizo leer, escaparme en las historias de otros.
No fui la mejor estudiante, me costó mucho trabajo darme cuenta de que no sabía leer. No sabía leer los textos escolares ni la mente de mis profesores, no entendía de donde teníamos que sacar las respuestas a los exámenes o las ideas para elaborar un ensayo. Para consolarme de mi ineptitud frente a la lectura escolar, leía novelas y poesía. Nunca durante ese periodo fui consciente de mi ambivalencia frente a la lectura. Para mí eran dos actividades diferentes, imposibles de empatar o interpelar. Una era la lectura impuesta y hecha para responder preguntas, la otra mi guarida secreta.
Me apasiona leer en voz alta, encuentro en la voz la esencia humana y en las lecturas hechas con sentimiento el acto amoroso por excelencia.
Me hice maestra para poder leer, escribir y contar cuentos.
He aprendido a ser una lectora voluntariosa, leo de todo y en desorden, si el libro no me seduce lo dejo para después, siempre tengo varios libros empezados y uno que cómo talismán va conmigo a todas partes, no importa si encuentro tiempo para leerlo o no, el saberlo en mi bolsa me tranquiliza. Leo mucho sobre psicoanálisis por trabajo, gusto y en revancha por las malas lecturas universitarias. Leo novelas, poesía, ensayo y cuentos infantiles, me cuesta trabajo leer teatro. Alterno entre autores clásicos y contemporáneos pero siempre vuelvo a unos cuantos que se han vuelto entrañables.
Estoy segura de que es a través de la lectura como podemos garantizar que la infancia no se pierda y la adolescencia se respete.
A diario constato que no hay malos lectores, sino lectores sin descubrir o la oportunidad de serlo. cj
1 comentario:
Es triste que en nuestro país no se fomente la lectura y en las escuelas se haga por obligación. Muchas veces se juzga a los lectores de estar de flojos sin hacer nada, y esa es una pésima imagen para transmitir a nuestra juventud!
También he podido constatar la diferencia que existe entre personas lectoras y no lectoras; y me ha pasado que cuando recomiendo libros y gustan, empiezo poco a poquito a contagiar a la gente de esta maravillosa adicción, en donde se dan cuenta que aprenden, conocen y amplían sus horizontes!
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